Consagración al Corazón de Jesús

   Como consecuencia de la decadencia de España tras el "Desastre del 98", se comienza a crear la concienciación de que es necesaria una regeneración nacional a todos los niveles. Así lo subrayan en aquel momento algunas autoridades de la vida política y cultural como Francisco Silvela o Menéndez Pelayo, justificando dicha decadencia como el final de un proceso producido por haber abandonado el catolicismo como proyecto nacional; tal renovación vendrá de la mano de la Iglesia y de la familia real española. 

   Influenciados por el movimiento corazonista francés, las entronizaciones promovidas por el padre Crowley, la promesa del Corazón de Jesús al beato Bernardo de Hoyos en Valladolid, las Marías de los Sagrarios de san Manuel González o la Guardia de Honor del Corazón de Jesús impulsada por san José María Rubio en España, se realiza una consagración al Corazón de Jesús dentro del Congreso Eucarístico Internacional de Madrid de 1911, precediendo a la consagración oficial de 1919.

   Cuenta el cronista que:
“En divisando la carroza y al cardenal legado, las fuerzas de guardia exterior presentaron armas, las bandas batieron marcha y los Reyes, con su séquito, se prosternaron, rindiendo homenaje a Su Divina Majestad”
Bendición en el Congreso Eucarístico Internacional de 1911 en Madrid
   Y entonces, el padre Postíus, secretario del Congreso, leyó en nombre de los Reyes la fórmula de consagración: 
“Soberano Señor, vivo y presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, Rey de reyes y Señor de los que gobiernan: ante vuestro augusto trono de gracia y de misericordia se prosterna España entera, vuestra hija muy amada. Somos vuestro pueblo. Que vuestro imperio dure siempre, por los siglos de los siglos. Amén”. 
    Es ya inminente, por tanto, la consagración que realizará el rey Alfonso XIII al pie del monumento del Cerro de los Ángeles en Getafe, ante miles de fieles llegados de todo el país, aquel 30 de mayo de 1919, cuyo centenario estamos celebrando hoy. 
   El monumento recibió la bendición del nuncio del Papa Benedicto XV, Francesco Ragonesi. El arzobispo de Madrid, Prudencio Melo, presidió la Santa Misa y, antes de la bendición final, el Cardenal Gasparri leyó un telegrama del Papa donde concedía indulgencia plenaria a todos los que asistieron a la ceremonia religiosa. A continuación se expuso el Santísimo Sacramento de forma solemne y todos se arrodillaron. Terminado el “Pange lingua”, permaneciendo todos de rodillas, alzóse únicamente el Rey y vuelto hacia el Santísimo y ligeramente también a su pueblo que le rodeaba y le escuchaba, con voz pausada y serena, pero marcada y firme, pronunció el Acto de Consagración con estas palabras: 
 “Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios–Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan: España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos, y a través de comunes azares y mutuas lealtades, esta gran Patria Española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley. Reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divinidad conceder participación de vuestro poder a los príncipes de la tierra, y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna; luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias. Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que a tantos pueblos ha desangrado. Continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia. Desde estas alturas que para Vos hemos escogido como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios, para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo. Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regalado seno de vuestro Corazón adorable. Así sea”. 
   España se consagraba como país al Sagrado Corazón de Jesús.   


Alfonso XIII leyendo la fórmula de consagración en el Cerro de los Ángeles
   Pero más anterior aún es para nosotros la iniciativa del cardenal Sancha, siempre tan estrechamente unido a los deseos del Santo Padre, quien no solo ordenó secundar en Toledo la consagración celebrada en todo el mundo a instancias de León XIII en su encíclica Annum Sacrum, sino que también organizó un triduo preparatorio en la Catedral Primada durante los días previos, comenzando el viernes 9 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús:
"En cada uno de los tres días, después de concluido el Coro del excelentísimo Cabildo, habrá por la tarde sermón en la Catedral; se rezarán el Santo Rosario y las nuevas letanías del Sagrado Corazón de Jesús, aprobadas por la Santa Sede, y el último día será la mencionada consagración, leyendo al efecto, desde el púlpito, la fórmula señalada por Su Santidad, y contestando a ella todos los fieles que se hallen presentes en la Iglesia Primada. Se ha encargado a los señores párrocos de la ciudad que exhorten a los feligreses para que asistan a dicho acto, y a los padres de familia, para que lleven a sus hijos y domésticos, a fin de ponerlos bajo el amparo y patrocinio del Corazón amantísimo de Jesús." 
Nuevas letanías del Corazón de Jesús y fórmula de consagración utilizadas en la consagración de 1899
   Así pues, Toledo se consagraba por primera vez al Corazón de Cristo aquella tarde del domingo 11 de junio de 1899.


Imagen del Corazón de Jesús ante la fachada de la catedral de Toledo