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Hace 110 años nos dejó para contemplar Su Rostro cara a cara y desde entonces no cesa de interceder por sus hijos, a los que dejó físicamente huérfanos pero llenos de esperanza y consuelo, ante la seguridad (como ya comentaban desde el extranjero al poco de fallecer) de que "nunca iría al Paraíso sin llevarles con él".
Nos encomendamos especialmente hoy, en su día, a su poderosa intercesión, totalmente confiados en que nuestras súplicas son ya atendidas; encomendamos a todos los que tanto lo necesitan física y espiritualmente y que se encomiendan a él en esa preciosa realidad que es la cadena de oración e intercesión de devotos.
Y una petición muy especial en este año pidiendo su intercesión para la apertura de tantas capillas de Adoración Perpetua en España que aún faltan; él, que fue apóstol infatigable de la Eucaristía, abra puertas y ventanas a la Gracia.