Esta entrega generosa a los mas cualificados colaboradores de su ministerio se reflejaba, con la insistencia de un cariño acendrado, en una expresión que no se cansaba de repetir: “Mis amados sacerdotes”. Creía en ellos, borrando distancias y desconfianzas; eran sus hermanos con los que debía conducir a la Iglesia en una época finisecular zarandeada por incertidumbres y negros presagios. Abierto a sus preocupaciones, les animaba en las pruebas; y les sabía corregir con fortaleza cuando en algunos casos la vulgaridad y el olvido habían relegado las exigencias de una condición sacerdotal. Este trato sencillo y amistoso lo fue sembrando como una bendita estela por las diferentes diócesis. Así la fama del Cardenal Sancha nunca brillo más que su verdad.
Su celo pastoral sentía vivamente el problema vocacional; y le preocupa la preparación apostólica e intelectual que con tanta urgencia reclamaban las necesidades de la Iglesia.
• En Ávila ampliará la duración de los cursos académicos buscando una preparación sacerdotal mas adecuada al momento.
• Queriendo contener las acometidas de un ateísmo desbordado erigirá en Valencia diversas Facultades Eclesiásticas que podían elevar al nivel intelectual del clero diocesano.
• En Toledo fundará las cátedras de lengua inglesa y alemana; y convencido de los grandes servicios que puede prestar a lo diocesano un clero bien cultivado, además de enviar seminaristas a Roma y a Lovaina, logrará que la Santa Sede constituya la Facultad de Filosofía en diócesis de tanto relieve como el Arzobispado de Toledo.
Buscaba siempre lo mejor para la Iglesia. Sacerdotes cultos; sacerdotes santos, cimentados en una sólida espiritualidad sacerdotal.
Y en todo momento su atención preferente a los sacerdotes jubilados y enfermos. Para ellos cedió habitaciones de su palacio en Ávila. En Valencia y Toledo apoyará a la creación del Montepío del Clero con cuyos fondos se pudiera proporcionar unas modestas pensiones al clero sexagenario mas necesitado.
Direcciones sustantivas que iban a permanecer y hacer camino. Con el estilo de una sencillez cordial. Como el Hermano Mayor de “sus queridos sacerdotes”. Con razón nuestro espíritu, al acercarse a su vida, experimenta voluntad de altura.
D. Antonio Hernández-Sonseca Pérez, Canónigo de la S.I.C.P.
Boletín Informativo de la Causa de Canonización - marzo de 1988