En torno a la figura del Cardenal Sancha


Confieso que cuando el Vicepostulador de la Causa de beatificación del Cardenal Sancha me pidió unas letras para el Boletín informativo que mantiene viva la esperanza de la proclamación de la Santidad del Siervo de Dios, acepte, casi forzado por las circunstancias, pero sin saber que podría yo decir si a penas conocía yo detalles de tan excelso Prelado, aunque había oído hablar de él muchas veces desde años...

Me forzaban las circunstancias, porque se me pidieron estas letras desde Alloz (Navarra), cuando celebrábamos la clausura del centenario de esta comunidad de cistercienses, que llegaron un día bendito a nosotros, desde las tierras abulenses, en que el entonces Obispo de Ávila había creado dicho monasterio.

Y doy gracias a Dios por haber aceptado el compromiso. Me ha dado ocasión de asomarme a la vida de un gigante de la Iglesia, gloria del episcopado español, cuyo paso por la diócesis de Ávila, Madrid, Valencia y Toledo dejo rastro indeleble:

• Por su personalidad egregia.

• Por al santidad de su vida entregada de lleno a Dios, en el servicio de la Santa Madre Iglesia.

• Por su creatividad apostólica, que le hizo constructor de numerosas nuevas parroquias y de nuevos seminarios.

• Por su celo apostólico en perfecta sintonía con los problemas sociales de su tiempo, de acuerdo con el magisterio del Papa León XVIII de cuya Encíclica “Rerun novarum” hizo eje de sus enseñanzas y labores apostólicas.

• Por su certera comprensión de los problemas entre la fe y la cultura que apuntaban en su día, en cuya solución acertó ver con claridad el valor y la autonomía de las ciencias humanas, y la necesidad de buscar su armonía con los valores supremos del Evangelio.

Pero para mi, desde Navarra, si por los frutos se conoce el árbol, el elogio máximo de la figura señera de un Obispo ejemplar es su monasterio cisterciense, llegó a tener en Alloz hasta 75 monjas de clausura, que cantan a diario alabanzas al Señor de lo alto, y constituyen por su espíritu apostólico una retaguardia orante por la diócesis y por toda la Iglesia. Descubro en ellas el espíritu de su fundador. Solo 50 son hoy cistercienses de la comunidad de Alloz (y ya es número crecido para un monasterio de clausura); pero es que 25 de las que vivían en esta casa de oración navarra, se trasladaron a Cartagena para fundar otro monasterio, en que sigue vivo el espíritu del Cardenal Sancha. Y sigue vivo el de Alloz, rico en vocaciones y en espíritu. Para mí, esta es la prueba grande de los quilates del espiritual sobrenatural de este Siervo de Dios de que se alimentaba su actividad incansable en toda clase de obras de oración y de apostolado.

Monseñor José María Cirarda Lachiondo
Fue obispo auxiliar de Sevilla, Obispo de Santander y Córdoba y arzobispo de Pamplona

Boletín Informativo de la Causa de Canonización - abril de 1986