07. En la diócesis de Santa Teresa


La enfermedad que aquejaba a don José Sánchez Carrascosa, obispo de Ávila, adelantó su renuncia al gobierno de la diócesis. El Vaticano se fijó en el obispo auxiliar de Toledo. El 29 de junio de 1882 tomó de posesión de su nueva sede. Los abulenses tenían ante sí a un hombre joven, de modesto porte, sonriente y sencillo, afable y bondadoso, claro en sus ideas y dispuesto a darlo todo por su nuevo pueblo, que se acostumbró a verle salir del Obispado rodeado de niños y tirando de un burrito con naranjas y panecillos en las alforjas, camino de los Cuatro Postes para merendar con ellos y explicarles el Catecismo.
Rápidamente don Ciriaco María comenzó la visita pastoral. El espíritu que quería transmitir era el de cordialidad y sencillez, no exenta de austeridad. A mediados de 1885 una epidemia de cólera asoló la península. Algunos pueblos de la diócesis perdieron párrocos y feligreses. Uno de esos pueblos fue El Gordo, en la provincia de Cáceres. Allá fue don Ciriaco María y permaneció durante una semana cumpliendo el oficio parroquial como un cura cualquiera, consolando a aquellas gentes y siendo un verdadero padre para todos.

Unos meses antes fundó la primera Trapa femenina de España, dirigida a aquellas jóvenes que no podían ingresar en un convento por falta de dote. La imposición de hábito a las primeras novicias tuvo lugar en la capilla del palacio episcopal en octubre de 1884. Les entregaba la Regla de san Benito y las Constituciones trapenses. Compró un solar en Tiñosillos, un pequeño pueblo de la Moraña abulense, para erigir su monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles. Don Ciriaco María se implicó en cuerpo y alma, trabajando como un cavador: abría zanjas, plantaba árboles, sembraba piñones y ponía vástagos de cepa. Dormía en una celda de adobes y barro recién hecha, lo cual le causó un reúma del que nunca se recuperaría.

La entrada de don Ciriaco María en Ávila coincidió con la celebración del tercer centenario de la muerte de santa Teresa de Jesús. Desde todos los puntos de la diócesis partieron peregrinaciones para visitar los lugares teresianos y venerar sus reliquias. Desde el inicio hasta su conclusión se confesaron y comulgaron veinte mil personas.