Mi “encuentro” con el Cardenal Sancha se produjo en los inicios de los años ochenta. Realizaba diversas investigaciones históricas sobre el Toledo de 1900 cuando a través de la prensa comencé a conocer la actividad de quien hoy es proclamado nuevo Beato. Uno de los proyectos del Cardenal fue el “Protectorado de Obreros”, en 1904, en un año de carestía, fuerte crisis económica y creciente paro, sobre el que publiqué varios artículos científicos y di a conocer en 1982 en el Coloquio de Historia Social de España de Pau, un congreso que continuaba la espléndida labor del profesor Tuñón de Lara en Francia respecto a la historia contemporánea de España. Aquel primer encuentro me permitió conocer más profundamente la vida y la obra de quien fue reconocido popularmente como “Padre de los pobres” y ahora es definido como “Servidor de la unidad de la Iglesia”.
Estos días se recuerdan con muy distintos medios los rasgos biográficos de un pastor que estuvo siempre al lado del pueblo, qué gastó generosamente su vida sirviendo en el nombre de Cristo a todos los hombres, mostrando el rostro de Amor de Dios a aquella generación que vivió en los umbrales del siglo XX. Recuerdo algunas de sus iniciativas: puso en marcha escuelas gratuitas para obreros, creando el Patronato de Escuelas Católicas de Toledo con un concepto de educación integral; impulsó el sindicalismo de inspiración católica y fomentó la creación de Círculos Católicos en distintas poblaciones; reformó el Seminario y reestructuró la diócesis; creó “El Castellano”, uno de los periódicos de mayor influencia en la historia del periodismo toledano… En general, Sancha se caracterizó por ser uno de los grandes defensores y propagadores de la doctrina social de la Iglesia, y su visión pastoral y social le situaron en la vanguardia de los prelados españoles y de aquella sociedad española de hace 100 años.
Hoy se fomenta desde las instituciones políticas la idea de Pacto Social, pero hace un siglo trabajar en esa línea parecía una provocación. Sancha asumió con valentía la defensa de sus postulados, que hablaban de conciliación, de trabajo conjunto entre patronos y trabajadores, con un único objetivo: lograr la justicia social y mejorar las duras condiciones de vida que atravesaba el obrero. Por ello emprendió en julio de 1904 la creación del Protectorado de Obreros, proyecto al que convocó a todos los sectores de la sociedad toledana: a las primeras reuniones asistieron más de 200 personas, estando autoridades, industriales y comerciantes, representantes de entidades sociales y culturales, y una nutrida representación de las sociedades obreras. Frente a la lucha de clases, el Cardenal abogaba por el Pacto Social, por la concordia de las distintas clases sociales. Sancha, en una de sus intervenciones, enunció los dos grandes objetivos: que el obrero gane mucho más y conseguir la paz entre el capital y el trabajo. Y junto a esos dos objetivos principales, tres fines: formar, instruir y recrear. El Protectorado tendría seis secciones que reflejan los ámbitos del nuevo organismo: Instrucción y Fomento, Suministros; Beneficencia y Sanidad; Crédito; Construcciones obreras y Pensiones.
No hay santidad sin persecución, y Sancha vería como la armonía inicial era rota por una campaña de los sectores de izquierda: difundieron una hoja impresa pidiendo a los obreros que se apartasen de ese proyecto, y así hicieron. Pero lo importante es ver cómo la Iglesia trabaja siempre de acuerdo con sus principios: proclamar la Buena Nueva del Amor de Dios a los hombres, apoyar a los desfavorecidos, lograr el diálogo y la armonía entre los distintos sectores sociales. En definitiva, estar con todos y no estar contra nadie. Aunque, igual ayer que hoy, voces cargadas de resentimiento se dediquen al deporte fácil de criticar a quien sólo se dedica a trabajar por los demás, a construir el bien común. La beatificación del Cardenal Sancha supone un ejemplo para quienes, de forma anónima, siguen gastando su vida en todas las naciones por servir a los demás en nombre de Cristo. Estamos ante un verdadero privilegio para Toledo.
Juan Sánchez Sánchez,
Académico Numerario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.