Su infancia

Gente sencilla y anónima, el padre, Ambrosio, trabajaba en el campo, como la mayoría de vecinos, en las labores de labranza sementera, siega y recolección del trigo para hacer el pan. A temporadas lo encontramos faenando entre viñedos y aún se ocupaba del ganado, el esquileo o herraje de caballerías.

Baltasara, la madre, tenía con organizar una casa de economía precaria, mientras vivía esperanzas y temores en cada uno de los nacimientos de los siete hijos de la pareja. Si la natalidad era grande también la muerte segaba muchas vidas, apenas iniciadas. Francisco, Lino, Felipa, no superaron los cuatro meses. Eugenio solamente un día. Ciriaco, el benjamín, también estuvo a punto de dejarlos pero aquel asomo de vida se desplegaría, rico en humanidad y donación. Le precedían Justa, la hermana mayor: tenía trece años cuando Ciriaco Nació, y su hermano Gabriel contaba cinco años.

El pequeño Ciriaco fue creciendo en el ambiente rural de Quintana del Pidio. Jugaba con sus compañeros, le gustaba andar por campo en primavera en busca de nidos de pájaros. Estas y otras travesuras y riñas figuran en el activo de los "muchacos" como llaman en Quintana a los chiquillos que van creciendo.

Iglesia de Quintana del Pidio
Era un gran colaborador en las actividades de su hogar, y le atraían las cosas de Dios; se sentía feliz haciendo de monaguillo y asistiendo al Catecismo. Sus padres se sentían cada vez más orgullosos, ante la admiración de sus vecinos al ver como su pequeño iba creciendo y progresando extraordinariamente en la escuela, demostrando una inteligencia realmente asombrosa.

A Ciriaco le llegaría temprano la punzada del dolor por la separación. La madre, tan querida, murió joven, cuando Ciriaco tenía sólo diez años. De ella aprendió las primeras oraciones y las prácticas religiosas básicas. Justa, con más razón ahora ejercería de segunda madre. Esta hermana con quien se sentía tan unido y protegido tardaría solamente tres años en dejarlos. Sanchica, como era conocido el pequeño de la casa, quedaba con trece años enteramente huérfano de madre. La fe no mitiga el dolor pero le quita el agujón del veneno. Al unísono la fe infantil maduraba y con ella la personalidad toda de Ciriaco.

Ambrosio tuvo que trabajar de alquiler en terrenos de otros propietarios. El niño Ciriaco le acompañaba en las tareas del campo : cargando, esquilando ovejas, como herrero de los caballos... y lo compaginaba con el desarrollo de sus estudios, yendo en su compañía de un pueblo a otro.

Con el parecer de todos, fue a vivir a Peñalba de Castro, donde trabajaba su padre y asistía a unas clases de preceptoría de Latín. Entre 1849 y 1852 hizo grandes progresos. Al mismo tiempo ayudaba a su padre en los oficios de herrero y esquilador de ovejas. Tuvo tiempo de iniciarse en el oficio de sastre. Andando los años curiosamente pondría en práctica esta habilidad, como pequeño complemento a un diseño creativo al servicio de la moda sino de la atención a los pobres.

Al acabar la instrucción en la escuela del pueblo su cultura era superior a la de la escuela primaria porque su especial aplicación fue un estímulo para el maestro, que le facilitaba más y mejores conocimientos.

El día 13 de septiembre de 1849 recibe el Sacramento de la Confirmación de manos del Obispo de Burgo de Osma, Mons. Gregorio Sánchez Rubio (Osma perteneció a la Provincia Metropolitana de Toledo hasta 1861 en que pasó a serlo de Burgos).

Estas condiciones de vida le permiten tener un contacto directo con las necesidades, preocupaciones y sufrimientos de la gente del campo, que a esta edad tan temprana va marcándole y formando su conciencia. Años más tarde lo demostrará a través de su identificación con los obreros, en su dedicación a la defensa y promoción de los mismos.

La escuela, el catecismo parroquial, las especiales atenciones a sus estudios por parte del párroco y maestro del pueblo van poniendo en él los cocimientos básicos, que facilitaron su ingreso en el seminario.