Sus primeros años de sacerdocio


Tras la ordenación, debe seguir sus estudios de carrera completa. Y los sigue con una brillantez que le hace destacar notablemente entre todos sus compañeros de aula y de claustro. Mientras hacía el último curso de Teología, imparte clases de Filosofía en el Seminario de El Burgo de Osma.

Al terminar el curso 1858-1859 obtiene el grado académico de Bachiller en Sagrada Teología y defiende la tesis para optar a dicho grado en junio de 1859 bajo el título “Características de la verdadera Iglesia y si la Iglesia romana posee esas características”, aprobada con la calificación de “nemine discrepante”.

En sus primeros años de ministerio sacerdotal ejerció su docencia como catedrático de la Universidad de Santa Catalina y siguió un año más de profesor de Filosofía, l859-1860, siendo, al mismo tiempo, examinador sinodal. Ese mismo año, su obispo, conociendo su valía, le dejó encargado de su secretaría del Obispado, mientras él hacía la visita pastoral a la diócesis. Ciriaco compagina todas estas tareas, junto con la de profesor de filosofía, y termina en Salamanca sus estudios por los que obtiene el grado de Licenciado en Teología en septiembre de l861.

Ese curso continúa impartiendo clases en el Seminario y hace las oposiciones a la canonjía magistral de la Catedral pero, a pesar de haber aprobado las pruebas y ejercicios, no alcanza el suficiente número de votos para obtenerla.

D. Primo Feliciano Calvo Lope
El arzobispo Manuel Nogueruela, sucesor de San Antonio María Claret en la sede de Santiago de Cuba, falleció en julio de 1861. Es nombrado para el arzobispado de la famosa isla el canónigo de la colegiata de San Ildefonso de la Granja (Segovia), D. Primo Feliciano Calvo Lope (en la imagen), burgalés, nacido en Burgo de Osma. Como conocía a Ciriaco desde seminarista y apreciaba mucho su eficiencia pastoral le solicitó que le acompañara en la visita Pastoral a la Archidiócesis en calidad de secretario. También invitó el nuevo arzobispo para acompañarle a otro gran sacerdote, José Orberá y Carrión, a quien nombró provisor del arzobispado.
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D. Ciriaco vio en este nombramiento la voluntad de Dios y aceptó el cargo en febrero de 1862, iniciando así su nueva misión en un lugar tan lejano.
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